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Todo aquel que viva la etapa de la vejez con optimismo y una actitud positiva, tendrá la oportunidad de disfrutarla, con sus características y aprovechando los pros y lidiando con los contras.

Si nos paramos a pensar, todas las etapas tienen aspectos negativos. Simplemente, la vejez tiene infravalorados los pros dando un excesivo peso a los contras.

Durante la niñez somos inmensamente felices, lo que ocurre es que no lo valoramos hasta que no abandonamos esta etapa, y la pasamos empeñados en crecer y ser mayores.

Justificamos esto solo por no ser lo suficientemente maduros y al dejarnos llevar por querer avanzar y crecer.

La adolescencia tiene más contras que pros, es una etapa difícil en la búsqueda de la identidad personal, y con frecuencia viene acompañada de conflictos y disputas.

Los adultos de 30 años sueñan con tener 20, los de 40 con los 30, y los de 50 y 60 con la juventud, que ya ven tan lejana.

Las personas mayores de 65, y a medida que cumplen años viven más centradas en los pasos que van dado hacia detrás y prestan muy poca atención a aquellos aspectos positivos que aporta esta etapa. La jubilación se vive frecuentemente como una etapa de cambios y de decadencia en la actividad, pero si se mira desde otro prisma podrán aprovechar el  tiempo del que disponen para retomar actividades que habían abandonado o hacer otras que siempre quisieron hacer. Centrarse en las pequeñas cosas, disfrutar de cada minuto con los suyos y de infinidad de cosas a las que no se había prestado atención por diversos motivos.

Esta generalización resulta una vez más parte de un tópico en relación a la felicidad en las personas mayores. Se cree que necesariamente ellos son menos felices que las personas jóvenes, no obstante encontramos un artículo que afirma todo lo contrario. En esta imagen se ve claramente.

Lo que en el artículo “¿Son felices las personas mayores?” llaman la paradoja de la felicidad en la vejez. En definitiva se trata de saber que la felicidad si es posible en la vejez y de hecho es una realidad a la que todos podemos sumarnos.

Nos quedamos con la idea de Rocío Fernández Ballesteros expuesta en el anterior artículo, desde la cual concluye que los mayores llegan a la vejez con una mayor madurez afectiva, y tienen una mayor riqueza emocional. Además las experiencias negativas se dan con menor frecuencia a partir de los 60 años. Un dato objetivo que los anima a pensar que la felicidad en la vejez no es que sea posible, sino que es una realidad.

Merece la pena disfrutar cada etapa de la vida, y lo bonito es que cada una es diferente y todas ellas nos aportan aprendizajes diversos. La vejez no está excluida, se trata de pararse y atender a todo lo bueno que deriva y aprovecharlo.


Y vosotros ¿De qué manera afrontáis la vejez?