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A partir de la semana que viene tendremos el placer de contar la historia de Carmen, cuidadora de sus padres, ambos diagnosticados de demencia desde hace varios años, en la nueva serie 'Sopa con tenedor'. 

Así se presenta ella:

 

“Me llamo Carmen Ramírez Aranda, vivo en Madrid y convivo con mis padres, ambos diagnosticados de demencia.

Iré contando algunas de las batallas que libramos los enfermos y cuidadores por si os sirven de algo. Sobre todo para darnos cuenta que hay muchas personas atravesando similares dificultades a las nuestras.

Últimamente me ayuda mi sobrina Ana, si se anima también irá contando sus propias experiencias. Así podremos aportar dos visiones distintas y muchos más matices.

Espero que igualmente me sirva a mí para poner un poco de orden en este “caos” que es mi día a día.”

 

Y así exactamente es, una mujer concisa, sin adornos, alguien que huye de lo superfluo para quedarse siempre con lo real, con lo que se ve y con lo que se vive o siente, tal y como ocurre.

Siempre ha sido tan celosa de su intimidad que sorprende que se haya animado a compartir esta experiencia tan “suya”. Por otro lado, bien es cierto que toda la vida le ha gustado escribir (viene de familia), y que lo hace maravillosamente, que es una lectora infatigable desde los 3 años, que es curiosa, culta, inteligentísima…todo esto junto seguro que nos deja escritos llenos de ingenio, información, risas y dolor, amabilidad y crudeza, pero sobre todo, repletos de REALIDAD.

No puedo evitar hablar de ella con cariño y admiración puesto que es mi tía, la hermana pequeña de mi madre y, en infinidad de ocasiones, madre mía también cuando la jornada laboral obligaba a la real a estar lejos de nosotras. Digo nosotras porque es imprescindible que hable también de mi hermana pequeña, Ana, Anuchi, Anushka, todas esas cosa y más, le llamamos en casa; es la pequeña de la familia, una “cabecita loca” risueña con un agudo sentido del humor, cariñosísima, supertozuda, sensible y tremendamente generosa, que navega por los extremos de la vida sin darse cuenta de que el gris existe, para ella todo es blanco o negro… Ana está ahora ayudando a mi tía a cuidar de mis abuelos, se lo han planteado como un trabajo y va todos los días por la mañana a echar una mano.

Somos tres mujeres, tres seres humanos tan normales y extraordinarios como el resto de la gente, y las tres estamos viviendo las demencias de mis abuelos de una manera completamente distinta. Carmen, mi tía, lleva todo el peso de la situación, es cuidadora a tiempo completo, 24 horas al día, 7 días a la semana, los 365 días del año; ella sabe todo de sus citas con los doctores, de su medicación, de sus gustos y sus padecimientos, es quien sufre sus obsesiones, quien se desvela con sus deambulaciones nocturnas, y quien ha visto su propia salud comprometida en su necesidad de llevarlo todo a la espalda.

Ana va todos los días a su casa, y durante unas horas trata de hacer todo lo posible para aliviar la carga de esta terrible situación, es fuerte, y su sola presencia al final, mientras ayuda en lo que puede, resulta un respiro para mi tía, o eso creo… Y finalmente estoy yo, yo no soy nadie, no vivo allí, no estoy allí, apenas voy, los quiero a todos más de lo que puedo expresar con palabras pero siento miedo, mucho miedo, no quiero ver, me duele saber, soy una cobarde, no me atrevo siquiera a pensarlo durante mucho rato, solo quiero esconder la cabeza en un agujero como la avestruces y creer que nada pasa…

María Esteban 

Abril 2014