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Pilar AmakuAutora del blog El Amaku

Hoy soñé contigo. Sí, contigo.
 
Hace un millón de días que no nos vemos, casi tantos como días tiene un año, y sin embargo, hoy soñé contigo.
 
Entraba en tu casa mientras dormías, y tú sobresaltada te despertabas y temblorosa ibas a mirar quién irrumpía en tu hogar. Al verme, tu cara cambió repentinamente de miedo e incertidumbre a alegría infinita, porque por fin, después de tantos millones de días, por fin nos veíamos. Yo abrí los ojos como platos, primero porque no quería despertarte, y segundo porque estabas maravillosa, guapísima. Tus mejillas rellenas y rosadas te daban una vitalidad muy diferente a la que tenías la última vez que nos vimos en aquella lúgubre sala.
 
Me pareciste increíblemente alta y fuerte, ¿alguna vez fuiste tan alta? El recuerdo de verte semi encorvada apoyada sobre un andador había borrado todo recuerdo jovial y enérgico que tenía de cuando me llevabas al río en verano o me acompañabas al cole en invierno.
 
Sonreías por verme. “Cuánto tiempo sin verte“, me decías mientras te acercabas a darme un abrazo. Yo también me alegré mucho de verte, porque aunque era tu casa, no esperaba verte allí, porque ya nunca estás por allí.
 
Nos fundimos en un abrazo eterno, disfrutando de esta casualidad de habernos encontrado en un mismo punto al mismo tiempo, de habernos visto. Quizá tú también estabas en algún lugar de este universo, durmiendo y soñando que estabas en tu casa de siempre, en la que ya nunca estás, y yo, mientras tanto, soñaba que iba a tu casa, y así nuestros sueños se entrelazaron en uno y pudimos vernos, y abrazarnos.
 
Me gustó sentir tu abrazo fuerte, que me envolvía. Y darte besos más cálidos que los que se dan en un frío y gris hospital, que aunque vayan cargados de amor, están rodeados de caras pálidas, tristes, débiles. Y me gustó sentirte como 20 años antes, como una mujer fuerte y dinámica, tanto que parecía que te ibas a poner a hacer una empanada o un poco de caldo de berzas para que comiera algo.
 
Gracias por este sueño, porque fue uno de esos sueños tan reales que te hacen pensar si realmente fue un sueño o fue realidad, y sino fuera porque yo vivo a 200 km de tu casa y tú ya no vives allí, me quedaría la duda de si esta noche nos vimos, nos abrazamos y nos dijimos: “Te quiero mucho”.