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Las previsiones epidemiológicas referidas a personas con demencia en los próximos decenios obliga a dar respuesta a algunas  preguntas con el fin de hacer frente a nuevos retos en cuanto a la asistencia y a la prevención; haciéndolo además con cierta diligencia para poder llegar a tiempo.

El fuerte y positivo incremento de la esperanza de vida en España, la más alta de Europa, acompaña la previsión para 2050 del mayor porcentaje de población mayor de 65 años en Europa, concretamente un 31,9%, cuando en 2012 ese porcentaje es del 17,4, de acuerdo con las proyecciones estimadas a partir de los datos reales actuales. Las personas mayores de 80 años serán el 12% de la población en 2050, cuando hoy significan el 5%.

El proceso de envejecimiento se acompaña de una mayor vulnerabilidad para la enfermedad, con tendencia a la cronicidad, con frecuente pluripatología y con mayor afectación en las áreas cardiovascular, depresión, limitaciones de movilidad y demencia. Con los datos esbozados, es evidente que la población con trastornos cognitivos, demencias o no, alcanzará unas cifras muy superiores a las actuales, cuando se sabe que más de un 30% de las personas mayores de 80 años presenta demencia.

Estas previsiones obligan a buscar nuevos y mejores instrumentos para el diagnóstico de las patologías más prevalentes en las personas mayores; y  esa responsabilidad siempre estará en los primeros escalones de la atención socio-sanitaria, cuyo eslabón inicial es el de la Atención Primaria de Salud (APS), basada en métodos y tecnologías prácticos, científicamente fundados y socialmente aceptables (…) formando parte integrante tanto del sistema nacional de salud, del que constituye la función central como del desarrollo social y económico global de la comunidad”,  tal y como reza la Conferencia de Alma, de 1978.  

Para preparar con tiempo las nuevas demandas que los datos poblacionales exigen, es imprescindible evaluar si los actuales instrumentos son los adecuados para enfrentar con eficiencia una realidad que aún no ha llegado, pero que sabemos se acerca de modo imparable a razón de incrementos porcentuales de población mayor de 65 años que serán de tres puntos para la próxima década, de seis puntos para las siguientes décadas, hasta alcanzar la cifra próxima al 32% en 2050. Existe un infradiagnóstico de algunas patologías más prevalentes en las personas mayores, como los trastornos de la movilidad por parkinsonismos o las demencias, donde se  cifra en el 40% de los casos.

El procedimiento a seguir para el diagnóstico de una demencia seguirá siendo tarea de los equipos de APS, donde la figura del médico general seguirá siendo imprescindible e insustituible, por cuanto habrá de elaborar un diagnóstico de sospecha al valorar datos de merma de funciones cognitivas, siguiendo con una exhaustiva anamnesis del paciente y del familiar, valorando la repercusión funcional y aproximándose a un diagnóstico del “síndrome demencia”, al tiempo que descarta cuadros depresivos que enmascaran “pseudodemencias” y  situaciones de simples trastornos de memoria propios de un envejecimiento normal. Y todo ello, sin poner todavía etiqueta de diagnóstico causal y descartando algunas patologías que puedan originar  demencia, mientras se evalúa  la situación individualizada. Los beneficios potenciales derivados de los diagnósticos precoces en demencias son bien conocidos y se extienden no solo al propio paciente sino a su entorno familiar, a los profesionales de la atención de salud y a la propia sociedad que ahorrara costes y reducirá riesgos.

Las preguntas que han de tener respuesta en los próximos años, pero sin dilación que haría que cuando lleguen sean menos útiles,  se refieren a los cambios necesarios en los modelos de APS para la eficaz atención a la población objeto de seguimiento para la prevención y los cuidados; además de la definición del modelo y características formativas del equipo profesional que ha de atender esa incrementada demanda. Algunas de las cuestiones son: ¿el modelo de formación actual de los profesionales de los equipos de atención en el sistema de APS es el adecuado para los años venideros?; ¿qué nuevos modelos de atención profesional serían más eficientes?; ¿cómo informar, formar y entrenar a la población en general, en cuanto serán algún día cuidadores no profesionales de pacientes con demencia?.

 

Julio Fermoso, Catedrático de Neurología de la Universidad de Salamanca.