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Autor: David Roa Arbeteta.
Hoffmann Training.

 
Tras varios estudios de investigación y la experiencia clínica, se puede demostrar que el ejercicio físico tiene un triple efecto en la demencia: actuando como elemento preventivo en la aparición de las mismas, con un efecto terapéutico complementario en su tratamiento y, reduciendo los síntomas y secuelas de las mismas cuando estás evolucionan en fases avanzadas. 
 
Existe una gran bibliografía sobre como la estimulación cognitiva y los comerciales talleres de memoria mejoran la función cerebral, previenen la aparición de deterioro cognitivo y, constituyen un pilar básico en el tratamiento de los enfermos por demencias (pudiendo ser estas de diferentes causas y curso). Sin embargo aún hay mucho campo por desarrollar en los efectos tan esenciales que la actividad física y una rutina de ejercicios bien diseñada pueden  causar en los afectados por demencia.
 
El ejercicio físico genera una cadena de efectos corporales que, sin duda son beneficiosos para la situación cognitiva de las personas, no solo mejorando su capacidad, sino el flujo sanguíneo que durante una práctica adecuada de ejercicio se puede dar a nivel cerebral. 
 
El ejercicio mejora también la situación psicológica y emocional de las personas, áreas muy enlazadas y necesarias para compensar la afección cognitiva derivada de la demencia. 
 
Un concepto muy importante a tener en cuenta es que con la práctica del ejercicio, no solo movemos músculos y  el aparato locomotor, sino que nuestro cerebro también trabaja y de una forma importante: controlando los sistemas metabólicos y coordinando funciones como la respiración, el consumo energético, la demanda muscular, etc. Podemos por tanto concluir que cada vez que ponemos en marcha nuestra área física, también estamos poniendo en función nuestro cerebro. 
 
Es esencial integrar una rutina de ejercicios físicos durante todas las etapas de la vida pero, sin duda esa recomendación se hace imprescindible superados los 60 años ya que, el ejercicio en esa edad va a tener una serie de efectos imprescindibles en todas las esferas de la persona. 
 
Ejercicio y demencia
 
 
La rutina de ejercicios es recomendable realizarla dos veces al día, durante media hora (dedicando 20 minutos para la práctica activa y 10 para la relajación y una correcta respiración). La planificación de estos ejercicios es recomendable que sea realizada por un profesional sanitario que, sin duda tendrá en cuenta las patologías previas de la persona, sus condiciones y, sus intereses y motivaciones. 
 
El ejercicio tendrá un efecto neruroprotector desde el inicio de la rutina y, rehabilitador una vez la persona sufra una demencia en la fase que se dé la misma. 
 
Lo más importante es adaptar la actividad y carga física a las necesidades reales de la persona, así como a las capacidades que la persona presente para llevarlo a cabo, no todos los ejercicios son beneficiosos por el simple hecho de ejecutarlo, siendo necesario que la planificación del mismo sea personalizada. 
 
Podemos concluir que la práctica de ejercicio no se limita a generar unos simples beneficios físicos, sino que por la liberación hormonal, así como por los efectos neuroprotectores y rehabilitadores del mismo, tienen efectos cognitivos, psicológicos y sociales.
 
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