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Los estereotipos sociales que giran en torno a la vejez llevan ligado la incapacidad, la dependencia, la merma en capacidades físicas y cognitivas y el aislamiento social. Todos ellos están relacionados con múltiples actividades que, si se consideran como ciertos, las personas de cierta edad no podrían realizar. Una de esas actividades es la conducción. El conducir, una actividad que las personas realizan generalmente desde edades tempranas (18-20 años) y que tienen sobreaprendida y automatizada, requiere de un conjunto de capacidades que resultan necesarias para su seguro desarrollo. Habilidad motriz, atención sostenida, atención dividida, capacidad de reacción, toma de decisiones, percepción… Parece una tarea realmente compleja, y lo es inicialmente. Su adquisición resulta costosa, pero con la práctica, la conducción se convierte en algo automático que nos podemos realizar sin apenas invertir esfuerzo.

En las personas mayores, debido a los déficits producidos por la edad, pueden verse mermadas algunas capacidades necesarias para el desarrollo de la conducción. El hecho de ser una actividad automatizada y sobreaprendida para la mayoría, ayuda en este aspecto, no obstante, se debe tener en cuenta en qué repercuten estas pérdidas para prevenir posibles accidentes al volante.

Merma en visión y oído, lentitud motora, amplitud de tiempos de reacción, atención más costosa, percepción alterada… todo ello puede ocurrir en las personas mayores, pero no tiene por qué darse necesariamente ni tiene por qué influir en la conducción. Es posible que haya personas que deban tomar medidas ante la pérdida visual o auditiva, o que deban tomar mayor conciencia de la actividad al experimentar cambios hacia una mayor lentitud, pero también es posible que existan buenos conductores mayores, con sus capacidades plenas y con buenos hábitos de prevención y de educación vial.

Este es un estereotipo que nos proponemos atacar. Podríamos decir:

“A pesar que no realizar las tareas domésticas con tanta habilidad como hace 20 años, sigo sin tener accidentes domésticos. Soy capaz de terminarlas con éxito y sin incidentes, aunque tenga que adaptar algunas condiciones para mi mejor desempeño (mayores periodos de descanso, uso de gafas, escalones auxiliares para alcanzar ciertos lugares…)” ¿Por qué no pensar lo mismo de la conducción?

Es necesario pensar en la prevención de todos los conductores en las carreteras, por ello es conveniente realizar controles a los conductores, sea cual sea su edad, e impartir cursos de reciclaje obligatorios para evitar que la merma de capacidades suponga riesgo de accidente.

Por otro lado, también resulta necesario respetar a los conductores mayores, sin juzgarles por su edad, y dándoles la oportunidad de realizar la actividad correctamente. Es el colectivo más criticado en carreteras, en cambio, según datos oficiales no es el grupo que más accidentes registra, ni tampoco el de mayor número de fallecidos. Dentro de unos años seremos nosotros los que ocupemos su lugar, y seguramente nos consideremos completamente hábiles para su desempeño y nos daremos cuenta de lo injustos que hemos sido.

Desgraciadamente no existen programas obligatorios de reciclaje, a pesar de que es muy posible que haya personas que no sean conscientes de todo esto y nunca los realicen voluntariamente. En cambio, sí existen otros programas que van en esta línea, que abogan por el mantenimiento de las capacidades y el aumento de la autonomía en las personas mayores poniendo a su disposición apoyos para conseguirlo.

Uno de ellos es el de la Asociación Española de Psicogerontología. (AEPG), quienes, concienciados con la causa, organizan charlas impartidas por profesionales y dirigidas a personas mayores, donde plantean aspectos cotidianos en la conducción y pretenden concienciar, educar y reciclar conocimientos con el fin de prevenir accidentes en conductores y peatones.

 

 

 

Imagen: http://blog.mundomaipu.com.ar/2012/09/tips-de-conduccion-segura-para-la-tercera-edad/anciano-conduciendo/