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Pilar Amaku, Autora del blog El Amaku

“La vida a veces es dura y difícil, otras está llena de alegrías y de gente. Cuando eres joven muchas personas quieren tu compañía, quieren escuchar tus historias, quieren reírse a tu lado… pero lamentablemente no es así cuando las arrugas forman parte obligatoria de tu armario.

De pronto, tus historias son repetitivas y aburridas, pero claro, con la edad ya no vives tan intensamente, ya no viajas tanto como lo hacías y ahora, no tienes nuevas y emocionantes historias para contar, tu día a día es tan simple, tan banal, tan rutinario que las únicas anécdotas que tienes para contar son las de tiempos pasados, que cuentas una y otra vez con la misma emoción y entusiasmo.

Sin embargo, mientras intentas mantener la misma ilusión que tenías la primera vez que contabas esa historia, ves pasar gente de un lado a otro, como si no estuvieras hablando, y otros, los pocos que se quedan a escucharte, leen una revista mientras hablas, revisan el móvil o tienen la vista perdida en el infinito. Y ves cómo cuando termina tu historia, parece que la vida vuelve a la normalidad, hablan entre sí a toda prisa y corren de un lado a otro de la casa. Intentas seguir las conversaciones pero la falta de oído no te permite entender tan rápido como corre la vida, y al final, optas por quedarte quieta, sentada, observando. Te sientes de pronto como en otra dimensión, en otro lugar, como si no formaras parte de ese mundo que sigue sin ti, que no te necesita.

Aprender a vivir con la soledad

mientras estás rodeada

de gente es una de las cosas

más duras de esta vida.

He vivido una guerra, una dictadura, el hambre, la muerte de seres queridos… pero aprender a vivir con la soledad mientras estás rodeada de gente es una de las cosas más duras de esta vida.

Pero aprender a vivir así es posible, me refugio en mis pensamientos, en mis recuerdos y vivo con intensidad cualquier momento que compartimos, cualquier instante de complicidad, de broma que me devuelve a una realidad de la que nunca quise salir.

He aprendido a disfrutar de mi tiempo libre, me entretengo leyendo, viendo la televisión, rezando, viendo pasar a la gente por la calle, viendo a los demás contar mil historias… Pero sin duda con lo que más disfruto es estando rodeada de los míos, de mis hijos, de mis nietos…

Con motivo del Día de los Abuelos, recibí la dulce visita de mis nietos. Me encanta verlos, saber que están bien, que son felices. Recordamos anécdotas de cuando eran pequeños y las trastadas que nos hacían a su abuelo y a mí, y todos nos reímos. No hablamos de cosas tristes, todos tratamos de que aunque el tiempo sea breve, sea intenso y agradable, y a mi me gusta así.

Cuando eran niños los llevaba al colegio, al parque, a la playa, a casa de un amigo, a casa del otro amigo… Todo el día de un lado para otro, era agotador, pero con una mirada y una sonrisa conseguían transmitirme esa energía que me hacía levantarme cada día con más ganas de pasar tiempo con ellos. Ahora que son mayores, vienen poco a casa porque tienen mucho trabajo y viven lejos, pero cada vez que vienen me dan vida para sobrevivir 1.000 días más de soledad.”