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Parece mentira como los enfermos de demencia, dependiendo de la personalidad del enfermo, de lo avanzado de la enfermedad, incluso del entorno en el que se encuentran, presentan síntomas tan diferentes, y en cierto sentido opuestos.

Aunque hay diversos tipos de demencias y cursan de manera distinta, tendemos a pensar en la demencia como un todo, nada más lejos de la realidad. Además hay que contar con los síntomas debidos a otro tipo de enfermedades que los pacientes con demencia también sufren.

En el caso de mis padres estas diferencias son tan patentes, que parecen el día y la noche, el blanco y el negro.

Mi padre habla poco y sus palabras no tienen sentido. Mi madre no para de hablar, hasta agotar a quien la escucha. Mi padre sufre estreñimiento crónico, mi madre diarreas frecuentes. Mi padre tiene muchos síntomas parkinsonianos, como temblor, rigidez y no puede caminar. Mi madre muchos olvidos, desorientación espaciotemporal y enfados.

Es difícil para un cuidador, estar entre estos dos polos opuestos, pues ambos necesitan muchos cuidados, pero hay que adecuarse a las necesidades específicas de cada uno.

La medicina de nuestro tiempo es muy avanzada en los diagnósticos, incluso en los diagnósticos diferenciales. El problema es que no ha avanzado tanto en los fármacos o técnicas que realmente puedan mejorar a estos enfermos. Nuestro cerebro sigue siendo un mundo ignoto.

Lo cierto es que las enfermedades neurodegenerativas están planteando retos constantes a la  sociedad y especialmente a la medicina. Neurólogos y geriatras, luchan diariamente con esta plaga del siglo XXI.