Comentarios / Añadir Comentario

Cada vez estoy más convencida (o quizá quiera estarlo) de que mis abuelos están viviendo en un mundo paralelo. En el caso de mi abuela, ese mundo es muy corto, solo dura lo que duran sus preguntas, sus palabras..., desde el otro lado, donde estoy yo y todos los que estamos "bien" (bueno, bien, ese sería otro largo debate) sus constantes repeticiones nos agobian, nos sorprenden e incluso nos hacen gracia, pero en su mundo esas repeticiones no existen, para ella, su pregunta siempre es nueva, y lo que es más divertido, nuestras respuestas también. Ante la misma pregunta de ella, en ocasiones le respondo tres o cuatro cosas distintas y sonrío al darme cuenta de que a ella eso no le causa ninguna extrañeza. Su mundo paralelo es muy corto.
 
En el caso de mi abuelo, su mundo es mucho más complicado. Estoy segura de que eso que para nosotros solo son balbuceos o palabras inconexas, para él cobran un claro sentido en su cabeza. Una mañana le pregunté:"Abuelo ¿cómo estás? ", me miro fijamente, y ladeando la cabeza como si fuera a decir: “pichí pichá”, abrió la boca y dijo: “121”, como si sus palabras tuvieran sentido, mi respuesta fue, mientras le cogía de las manos: " ¡121! ¿De verdad? Vaya, abuelito..." Su expresión cambió, sonrío y se le iluminaron los ojos, estoy segura de que aquella respuesta que para mí no eran más que palabras, en su mundo, en su cabeza, cobraron sentido y se sorprendió gratamente al ver que por fin, tras muchos años, alguien le hablara en su "idioma". En muchísimas ocasiones no sé cómo unir su lenguaje con el mío, su mundo al mío, es entonces cuando opto por lo que para mí es el lenguaje universal: LOS BESOS, y no sé si él los entiende pero a mí me calman.
 
Tantas veces, cuando me habla de un tal Juan, cuando me cuenta que estaba encerrado y que se quemaba (?), o cuando, no una vez ni dos, sino casi a diario, le pide a Ana Rosa o a Mariló desde el sofá, y a base de aspavientos con las manos y silbiditos, que le ayuden, no sé a qué ni cómo, ya que a mí, desde mi mundo, me resulta muy cómico que quiera llamar la atención de personas que están saliendo por la tele..., o cuando me dice: “bajarakadeja43 nlablara copui56”, en vez de pensar que está fuera de sí en ese momento, lo q pienso es... : JO ¿QUÉ ME ESTARÉ PERDIENDO? ¿Cómo será ver el mundo desde esa dimensión? y sobre todo ¿por qué no puedo entrar para hacerle compañía? Si a eso le añades que, casi la mayoría de las veces, cuando yo le hablo, mi abuelo debe de entender lo mismo que cuando él me habla a mí, me planteo: ¿la frustración será mutua? Y cuando lo que recibe como respuesta son gritos o caras de enfado ¿cómo vivirá eso en su mundo? ¿Te imaginas que de repente quieras levantarte por algo que para ti tiene todo el sentido del mundo y venga, no se... otra persona que quizá sea para ti un completo extraño ya, y te grite lleno de ira y con el gento enfadado en CHINO MANDARIN? pues el desconcierto debe de ser mayúsculo. El problema, y por eso digo que son mundos paralelos, es que, ante una misma situación, para mí, él es el que me habla en chino mandarín, y para él, soy yo quien le habla en ese mismo idioma. Y digo yo, ¿quién soy yo para decidir que mi mundo es mejor que el suyo? 
 
Quizá porque eso sea lo que me resulte más cómodo, o quizá porque es así como tiene que ser, ya que mi trabajo, mi familia y mis horarios están en mi mundo. En fin... solo espero que en su mundo puedan sentir mis manos como yo siento las suyas, puedan sentir todo lo que los quiero, puedan sentir mis sonrisas y, por qué no, puedan sentir mis lágrimas.
 
Yo también soy mama y no puedo dejar de pensar en cómo me sentiré el día que la tortilla dé la vuelta, y a esa personita que tanto quiero y cuido tenga que verse en la tesitura de cuidarme a mí, cuando sea yo la que hable otro idioma o la que esté en otro mundo, y sea él el que tenga que lidiar con el suyo y el mío... Solo espero que Alejandro (mi niño) pueda darme algo de tranquilidad cuando ya no entienda su mundo, como intento hacer yo cada mañana con los universos paralelos de mis abuelos.
 
Ana Esteban