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Para reflexionar sobre este tema contamos con la experiencia de Alicia Martínez Montesinos, psicóloga de la residencia de mayores Los Almendros de CifuentesSol y Vida. En la provincia de Guadalajara.

 

 

¿Cuál es el estado de ánimo general que percibes entre los residentes?

En general percibo tranquilidad, no hay un estado que predomine llamativamente sobre el resto.

¿Crees que los familiares se implican o tienden a distanciarse cuando los mayores ingresan en estos centros?

Yo creo que hay un poco de todo, pero no depende tanto del hecho del ingreso en el centro, sino más bien de la implicación que ya tenían antes en sus vidas ya fuera cuando vivían en su propia casa, en la de los familiares o en los posibles ingresos hospitalarios por enfermedad.

Como norma la implicación es alta, con visitas o llamadas telefónicas frecuentes en la mayoría de los casos y en otras ocasiones, ese distanciamiento se percibe como algo más positivo que otra cosa. A veces, los familiares están tan ocupados de médicos, recetas, enfermedad, atención… que en el momento que se liberan de toda esa carga al delegar en los profesionales del centro, pueden dedicarse en exclusiva a disfrutar del tiempo en compañía de su familiar y por tanto a implicarse más pero de un modo muy diferente.

¿Qué cuentan los residentes acerca de su soledad? ¿Qué percepción tienen ellos?

La mayoría de las personas podemos pensar que estar en la residencia implica estar solo, pero resulta que por ejemplo en mi caso, conviven 120 personas, más los 70 trabajadores del centro. No hay tiempo para la soledad.

Si que es cierto, que la sensación subjetiva de soledad no depende de las personas que hay alrededor. Existen algunas personas que la vivencian con tristeza, otros con resignación, otros se ofenden al ser preguntados por si se sienten solos explicando que aquí no se les deja sentirse así e incluso llegan a decir que solos estaban en su casa, aquí están mejor.

¿En términos generales qué dirías sobre la soledad de los mayores en las residencias?

En verdad, no es una sensación que se perciba de forma constante en la residencia y depende mucho de lo que cada uno considera como “soledad”, pero sí que puedo destacar un momento donde se ve aparentemente a flor de piel y es en ese momento en el se despiden de alguien que ha venido a verles o con quien han compartido su tiempo, su vida. Para mí, es esa sensación de que la gente pasa y ellos permanecen, pero sin duda alguna, yo siento que eso debe ser su soledad, quizás desde su perspectiva no se vean las cosas igual.

¿Qué podéis hacer los profesionales para intentar paliar el sentimiento de soledad que pueda darse?

Las pequeñas cosas del día a día son las que nos hacen sentirnos acompañados. Es decir, llamarles por su nombre, preguntarles por cosas que les importen, hacerles partícipes del centro, reír y sobre todo llorar con ellos, las muestras de cariño como abrazos o besos o simplemente sentarte a su lado sin hablar. Todas esas cosas y muchas más facilitan el trabajo en este aspecto la verdad.

¿Qué proporción de casos de Depresión hay y en qué medida consideras que podrían deberse a un sentimiento de soledad?

En este caso hablaré una vez más de mi experiencia en el centro donde yo trabajo en concreto. El porcentaje de depresión diagnosticada en la residencia no supera el 3% de los residentes, de los cuales el sentimiento de soledad es en general más algo que suma, más que la causa de la misma.

Los casos de depresión que se observan en este entorno se deben más a procesos de duelo patológicos de larga evolución, predisposición anterior de la persona a un estado de ánimo depresivo, sucesos de vida dolorosos antes o durante el ingreso en el centro o por una mala adaptación personal a la nueva etapa de su vida que les toca vivir. Aunque por supuesto, el hecho de tener una red social amplia y cercana actúa como protección natural, siempre que la percepción que cada uno tengamos nos haga sentirnos que eso es estar acompañados.

¿Qué le respondes a un mayor, que acude a ti y te admite que se siente solo?

Es curioso, porque vemos a los mayores como personas muy delicadas con las que hay que ser muy sensibles y tener muchos miramientos. Resulta que todos ellos han pasado por unas experiencias en sus vidas que les han forjado una fuerte resistencia a la mayoría de los acontecimientos que les quedan por vivir.

No acuden a mí admitiendo que están solos, suele salir en alguna de las conversaciones con ellos en algunos casos y su forma de vivir la soledad es muy diferente de lo que pensamos, suelen aceptarla como parte de la etapa en la que viven, desgraciadamente han tenido que soportar muchas pérdidas de personas queridas. Pero en el caso en el que se viva esa soledad de forma desagradable, es donde mi trabajo cobra verdadero sentido y lo que intento es sacar a la persona de la perspectiva desde la que están viendo el mundo en ese momento de soledad, para poder ver las alternativas que su vida tiene y aceptar la compañía que se le ofrece en el momento actual, que muchas veces pasa desapercibida porque sólo tenemos fuerzas para ver con lo que ya no contamos, y dejando de lado lo que podemos tener.