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David HilfikerWatching the Lights Go Out

Lo más difícil ahora es esta enorme incertidumbre que siento. Pienso en todas las cosas que me quedan por hacer y sigo adelante con ellas a pesar de la incertidumbre. Analizo cada pequeña cosa que me pasa que parezca rara, por nimia que sea, y me pregunto si es normal o si se tratará de un síntoma de la enfermedad. ¿Estaré usando la enfermedad como excusa para evitar hacer aquello que no quiero? ¿O no?
 
Ayer me reuní con mi directora espiritual con motivo de nuestra sesión semanal.
 
Ella inmediatamente captó mi renuencia a hablarle a la gente de mi estado "demasiado pronto", y me preguntó qué quería decir con "demasiado pronto". Su pregunta me hizo darme cuenta de que tengo demasiado miedo a gritar, como en el cuento de Juanillo el embustero “¡que viene el lobo…!", para luego sentirme avergonzado si el diagnóstico resulta erróneo y todo queda en una falsa alarma. Después de algunas de sus preguntas, se hizo evidente que lo que estaba tratando de hacer era aferrarme a una imagen de mí mismo que reflejara  una concienzuda mente analítica, a un tipo frío que no quiere apresurarse y hacer que otros se preocupen innecesariamente. 
 
Pero ¿vale la pena mantener el secreto ante mi comunidad, si contándoselo podría contar con su apoyo? Y si es una falsa alarma, no necesito que mi diagnóstico sea seguro... porque no lo es; lo que realmente estoy pasando ahora es la lucha con la angustia que me produce esta incertidumbre y el miedo al futuro. No necesito contar nada más que eso. No estaré mintiéndole a nadie si precisamente los problemas que estoy teniendo son debidos a la incertidumbre. Quiero compartir este sufrimiento con aquellos que pueden reconfortarme. Incluso en el improbable caso de que el diagnóstico estuviera equivocado, podríamos celebrarlo todos juntos. Quiero que la comunidad entienda lo dolorosa que es la incertidumbre y el miedo que siento en este  preciso momento.
 
Esta mañana estuve hablado con Patty Wudel y al fin pude charlar del tema con alguien sin temor a decir “que viene el lobo” (ella es una amiga intima, y la quiero muchísimo). Le comenté todos los pormenores de la situación, pero especialmente le hablé de la incertidumbre que sentía y de mi temor a que me pueda pasar lo que al protagonista del cuento. Estuvo muy dispuesta y fue capaz de escuchar íntegramente el relato de mi dolor, en ningún momento tuve miedo de que el diagnóstico pudiera no ser correcto. Además he de agradecerle el hecho de que no se sintiera en la obligación de tener que centrar toda la conversación exclusivamente en mis problemas, así que estuvimos tratando otros muchos temas que también eran importantes para nosotros.
 
Aun no veo la necesidad de compartir este tema con personas que no se encuentran dentro de mi círculo de amistades más cercano (por ejemplo haciendo un comunicado oficial a toda la parroquia). Mi director espiritual, basándose en sus impresiones, también me ha dado "permiso" para hablar con la familia en Navidad, que de hecho es mucho mejor que tener que esperar hasta la primavera, cuando el diagnóstico ya sea mucho más evidente.